RESUMEN: EL DERECHO A DECIR NO DE WALTER RISO – MUY RECOMENDABLE LA LECTURA

En todos los cursos de formación a los que he ido siempre dicen que hay que ser asertivos en el entorno laboral, que las empresas lo valoran un montón. Y claro, todo el mundo va corriendo a poner en su currículum, en el apartado de «sobre mí», la frase: “persona asertiva, con don de gentes, proactiva y flexible”. Pero, ¿qué significa realmente ser asertivo? Yo, hasta que leí este libro, tenía una idea equivocada. Siempre me imaginaba a alguien asertivo como un bonachón, al estilo de Ned Flanders, que quiere que todo esté bien y que no haya problemas.

¡Y resulta que es todo lo contrario! La asertividad es la capacidad de ejercer y defender nuestros derechos personales sin violar los de los demás. Se trata de expresar desacuerdos, dar opiniones contrarias y manifestar sentimientos negativos sin dejar que te manipulen, como le pasa al sumiso, y sin manipular ni violar los derechos de los demás, como hace el agresivo.

Las personas que practican la conducta asertiva son más seguras de sí mismas, más tranquilas a la hora de amar, más transparentes y fluidas al comunicarse. CREA salud mental aprendiendo a expresar lo que piensas y lo que sientes. No hay peor traición que traicionarte a ti mismo; ¿Por qué digo lo que no quiero decir, hago lo que no quiero hacer, o callo cuando debo hablar? ¿Por qué me siento culpable cuando hago valer mis derechos? Todo esto genera una sensación de fracaso moral. La asertividad no es algo narcisista ni de egoístas. El egoísmo es el amor inmoderado y excesivo que se tiene por uno mismo, y que incluso atenta contra el propio interés.

La verdad es que, para las 150 páginas que tiene el libro, está muy bien el conocimiento que te aporta. RECOMIENDO SU LECTURA. Especialmente para las personas que no saben decir que no, que se dejan pisotear por los demás, y que ponen sus intereses y deseos en segundo plano con tal de satisfacer a otros y asegurar el bienestar general. La asertividad, además de ser un problema de habilidades sociales, también es un problema de dignidad personal, que puede surgir cuando nos sentimos inferiores en algún momento de nuestra vida (ya sea física, mental o económicamente).

Este resumen te va a ayudar a identificar los déficits de asertividad, a hacerte ver como es el comportamiento de manera asertiva, y a detectar la falta de asertividad en las personas que no son conscientes de ello.

“El espíritu no debe ser jamás sometido a la obediencia.” – Emile Chartier Alain. (Es decir, el ser humano no debería someter sus pensamientos a las órdenes impuestas por otros sin cuestionarlas o reflexionar por sí mismo. Sé libre y autónomo, sin caer en la obediencia pasiva o irracional).

SOBRE LOS SUMISOS

“Las personas sumisas se van convirtiendo en marionetas humanas que pierden uno de los valores más importantes como personas: la dignidad”. Muchos individuos se habitúan tanto a la explotación y el abuso que ya no pueden ver adecuadamente la realidad en la que viven. (Como sucedía antes con el tabaquismo, o el machismo que estaba super normalizado y ahora se ve por todos lados).

La defensa de la identidad personal es un proceso natural y sano. En muchas ocasiones decimos sí cuando queremos decir no, y nos sometemos a situaciones y personas abusivas. Gran parte de las personas tiene dificultades para expresar sentimientos negativos, ya sea ante una pareja/familiar desconsiderada o un amigo aprovechado.

Opinión Propia: Si alguien hace algo porque tú se lo pides, y sabes que lo hace en contra de su voluntad, estás sembrando el futuro rechazo de esa persona hacia ti. Estás poniendo el primer grano de arena que, con el tiempo, llenará el vaso hasta desbordarse, y tanto será culpa de la persona que no supo pararte, como tuya. Si de verdad aprecias a esa persona, háblale y hazle entender que puede decirte que no, y que no habrá ningún problema. No abuses de la confianza (y si alguien intenta abusar de tu confianza, esa persona no es un amigo, es una garrapata).

Los sumisos atraen a los abusivos como el polen a las abejas. Los aprovechados y desconsiderados detectan a los mansos y dependientes, los desnudan en la relación cara a cara, los identifican por su mirada huidiza, sus expresiones faciales, el tono de voz apagado y bajo, la postura tensa, los gestos débiles, las disculpas y la amabilidad excesiva. Como los mendigos del súper, que te cazan en seguida. Terminaremos siendo un volcán a punto de estallar, si damos tanta importancia a la opinión de los demás que preferimos conciliar con el agresor antes que salvar nuestro amor propio.

SOBRE EL PERFIL DEL AGRESIVO

El agresivo piensa que los más fuertes deben imponerse sobre los más débiles, y que la gente torpe merece ser castigada. Su premisa es: «Yo soy más importante que tú, lo que pienses o sientas me da igual». Para ellos, sus derechos son más importantes que los de los demás.

Las personas que no están acostumbradas a la asertividad de otros (es decir, los agresivos) se sienten ofendidas cuando los sumisos (a los que siempre han podido torear a su antojo) empiezan a defender sus derechos y opiniones. Los abusadores se ofenden cuando alguien ofrece resistencia; el amo se indigna cuando el esclavo se rebela, y el depredador se enfurece si la víctima escapa.

Por lo visto, para la salud de cada uno, mostrar ira e insatisfacción es beneficioso para la autoestima y el organismo. La asertividad puede abrir la válvula de presión, y puedes ejercer tu derecho a oponerte a las conductas de otros. Si esa persona no respeta tus límites, entonces puedes hacer uso de tu derecho a irte, que es mucho más poderoso que quedarte y solo replicar. No ser asertivo en el día a día puede generar una «ansiedad flotante», que es un estado constante de preocupación o tensión sin una causa específica. No es tan intensa como un ataque de pánico, pero es más constante y prolongada. Y puede tener síntomas como un cansancio constante, un mente que siempre esta en la nube, mal carácter y mucha procrastinación.

La asertividad no hace apología de la violencia. Si hay violencia de por medio, no puedes ser asertivo, ya que la asertividad es una herramienta de comunicación que facilita la expresión de emociones y pensamientos. Se debe usarse para fines nobles, así te dignificas, no para comportarte como un niño mimado. Respetarse a uno mismo no significa destruir a quienes nos molestan.

Cuidado con el mal uso de la asertividad

Tampoco hay que caer en una «sinceridad ácida». No hace falta decir: “no me gusta tu pelo”, “estás gorda”, “tienes caspa” o “no comas así”. Hay mentiras piadosas que son bonitas, tiernas y humanizan, sobre todo hacia personas que están en una etapa de bajón, mentalmente dependientes o inferiores, como enfermos, niños o personas con trastornos mentales. Si la asertividad puede herir a alguien, revisa cómo y si es necesario decirlo. Sartre decía que uno es dueño de sus propias acciones, y que estamos condenados a ser libres; uno es el juez último de su conducta. La sinceridad puede ser la más cruel de las virtudes cuando se la priva de excepciones.

EL PRECIO DE LA ASERTIVIDAD

El coste de la asertividad es alto. Si tantas personas tienen problemas con la asertividad, es por algo. Existen peajes, como el coste social; la cantidad de amigos suele reducir considerablemente, ya que a muchas personas les disgusta la honestidad directa, aunque sea empática y moderada. La mayoría de las personas asertivas tienen pocos, pero buenos amigos. Personalmente creo que cuanto alguien en general ve que no te puede usar para algo que necesiten de ti, dejas de ser «su amigo».

Uno no es un robot y debe ser flexible. Esto se llama asertividad situacional, es decir, la capacidad de ser asertivo en algunas situaciones y en otras no. Con algunos grupos sociales soy asertivo porque me lo permito (o me lo permiten serlo con ellos) y con otros soy inasertivo. (Opinión personal: Esto yo lo haría con cuidado y mucha valoración, porque a mí me jode mucho, que conmigo por ser tolerante se permitan ser asertivos y me rechacen propuestas, mientras que las mismas propuestas hechas por otros son aceptadas debido a un miedo al rechazo. Intuyo que esto será al típico dicho “por el interés te quiero Andrés”, personas a las que consideramos más guais, con más contactos, con más carisma, con más posibilidades de obtener un beneficio personal en el futuro, aceptemos decirles que sí a cosas que a otros les diríamos que no).

LAS PERSONAS TÍMIDAS

Las personas tímidas, emocionalmente dependientes, represoras e introvertidas, suelen tener una personalidad inasertiva. Para exigir respeto, debo empezar por respetarme a mí mismo. En la cultura del gimnasio hay lemas similares que dicen que, si no respetas tu cuerpo, “el templo”, ¿quién lo hará? Uno debe quererse, sentirse y hacerse digno de valor. La dignidad personal es el reconocimiento propio de que somos merecedores de lo mejor. La autoestima sube como la espuma cuando nos resistimos a ser sacrificados, utilizados o explotados. No hay algo menos digno que sentirse como un mero peón de alguien, en lugar de un individuo libre y capaz. Si acepto pasivamente la injusticia y la ofensa, estoy admitiendo que merezco ser tratado indebidamente. Esta es la razón por la que aquellos con pocas habilidades sociales y sin asertividad tienen más probabilidades de sufrir depresión. Ser inasertivo lleva a la sumisión o a la agresividad, que se manifiestan tras mucha sumisión, explotando como un volcán. La virtud está en el justo medio (y eso es lo complicado, encontrarlo para cada situación, cada momento, cada persona; no hay una tabla rígida que indique cómo debe actuarse). Cada vez que somos asertivos, se reduce la distancia entre el yo real y nuestro yo ideal, lo que aumenta nuestra autoestima y dignidad. Cuando expreso lo que pienso y siento, libero mi mente y sano mi cuerpo. El diario también ayuda con esto. Sin inteligencia emocional y sin asertividad, no podemos disfrutar ni comprender la vida. La asertividad permite relaciones más directas y auténticas; es un método de comunicación donde la honestidad y la transparencia son determinantes.

Como dice el refrán, “la procesión va por dentro”, lo que significa que, aunque por fuera uno pueda parecer calmado y tranquilo, por dentro está expresando emociones intensas como angustia, tristeza o preocupación. Es curioso que intentemos esconder esas emociones, pero no la alegría y la felicidad, ¿verdad? Muchas personas, cuando alguien hace algo que no les gusta, practican la estrategia del atragantamiento (o ser rencorosos): no dicen nada, guardan el enfado y luego se vengan.

LA DIGNIDAD HUMANA IMPLICA CUATRO CONDICIONES:

  1. No ser un instrumento para fines distintos a los propios
  2. Ser autónomo en las propias decisiones.
  3. Ser tratado según los méritos y no por circunstancias aleatorias como raza, etnia o clase social, y no ser discriminado por ello.
  4. No ser abandonado, despreciado o rechazado afectivamente.

LOS DERECHOS ASSERTIVOS

Los valores son motivaciones esenciales que nos impulsan a actuar en concordancia con ellos y a defenderlos. Si aparece el miedo (a daño físico o emocional), los derechos se doblegan. Estos derechos universales asertivos tienen sus contrapartidas para no causar daños a los demás:

  • Ser tratado con dignidad y respeto. Contrapartida: Tratar a los demás con dignidad y respeto. Esto implica no menospreciar ni desvalorizar a otros.
  • Experimentar y expresar sentimientos. Contrapartida: Permitir que los demás también experimenten y expresen sus sentimientos, incluso si son diferentes a los tuyos.
  • Expresar opiniones y creencias. Contrapartida: Respetar las opiniones y creencias de los demás, aunque no estés de acuerdo con ellas. No imponer tus creencias a otros.
  • Decidir qué hacer con tu tiempo, cuerpo y propiedad. Contrapartida: Respetar las decisiones de los demás sobre lo que hacen con su tiempo, cuerpo y propiedad, sin intentar controlarlos.
  • Derecho de opinión. Contrapartida: Permitir a los demás expresar su opinión y evitar menospreciarlas o ignorarlas.
  • Derecho a cometer errores y ser responsable de ellos. Contrapartida: Aceptar los errores de los demás sin juzgarlos duramente y permitirles asumir la responsabilidad por ellos.
  • A cambiar de opinión. Contrapartida: Respetar que otras personas también tienen el derecho a cambiar de opinión, sin reprochárselos.
  • A decidir sin presión. Contrapartida: No presionar a los demás para que tomen decisiones que no quieren, y respetar su proceso de toma de decisiones.
  • A ser independiente. Contrapartida: Respetar la independencia de los demás y no invadir su autonomía ni controlarlos.
  • Ser escuchado y tomado en serio. Contrapartida: Escuchar a los demás con atención y tomarlos en serio, sin desvalorizar sus pensamientos o sentimientos.
  • A tener éxito y a fracasar. Contrapartida: Respetar los éxitos y fracasos de los demás, sin burlarse ni menospreciar sus logros o fracasos.
  • A estar solo. Contrapartida: Respetar el derecho de los demás a tener su espacio personal y tiempo para estar solos, sin invadir su privacidad.
  • A estar contento. Contrapartida: Permitir que otros también busquen su felicidad y respetar sus elecciones, incluso si no coinciden con las tuyas.
  • A no ser lógico. Contrapartida: Aceptar que los demás no siempre actúan de manera lógica o racional, sin juzgarlos por ello.
  • A decir «no lo sé». Contrapartida: No exigir que los demás tengan todas las respuestas y aceptar su derecho a decir «no lo sé» sin hacerlos sentir incompetentes.
  • A hacer cualquier cosa sin violar a los demás. Contrapartida: Asegurarte de que tus acciones no violen los derechos de otros y, de la misma manera, que las acciones de los demás no violen los tuyos.
  • A no ser asertivo. Contrapartida: Respetar cuando los demás decidan no ser asertivos en ciertos momentos y no obligarlos a tomar una postura si no lo desean.

Como ves, son cosas ambiguas, pero todos tenemos la misma ley moral universal dentro de nosotros que sabemos (sin saber cómo, pero lo sabemos) qué acción molesta a otros y cuál no. ¿Qué pasaría si todos actuaran como yo? ¿Sería una sociedad mejor o peor? Si resulta en una sociedad regresiva o injusta, revisa tu comportamiento.

Todos tenemos acceso a la misma ley moral universal, que nos obliga a tratar a las personas como fines en sí mismos y no como medios para alcanzar otros fines. — Kant

Si una persona tiene que defender muchas posturas, es un agresivo, es decir, para el nada es negociable, el quisquilloso. Si piensa que todos los derechos son negociables, es un sumiso y los reduce a la mínima expresión: personas con baja autoestima, creencias religiosas, o donde su misión de vida es que los demás son más importantes que uno mismo. Las personas inasertivas pueden ni siquiera pensar en sus derechos o saber qué es correcto en términos de comportamiento asertivo. Las personas inasertivas consideran los hechos como poco importantes.

¿QUÉ NOS IMPIDE SER ASERTIVOS?

Muchas veces, una fuerza poderosa y contraria al enfado entra en escena con el fin de apaciguar la rebelión, evitando que actuemos como quisiéramos. La lista de temores que nos impiden ser asertivos puede ser larga: miedo a parecer torpe, miedo a la respuesta agresiva del otro, miedo a perder el control, miedo a sentirnos fuera de lugar, miedo a sentirnos culpables, miedo a no saber qué decir… Por ejemplo, cuando una abuela se aprovecha de su edad, se hace la loca y se cuela en la cola. A ver quién es el valiente que le dice algo. La ansiedad social es la conducta principal que nos lleva a ser inasertivos.

La mente establece una exigencia fundamental: no quiero ser malo. Haré cualquier cosa para ser bueno y no sentirme culpable, sin importar cuánto deba sufrir para lograrlo; seré bueno, sea como sea. Buscan resolver los problemas de otros a expensas de sus propias necesidades, configurando un paradigma de autosacrificio irracional, donde de manera excesiva y desproporcionada intentan resolver las penas ajenas. Esto genera TRES TIPOS DE PENSAMIENTOS INASERTIVOS:

  • Debemos evitar herir los sentimientos de los demás, aunque eso implique violar nuestros propios derechos. Ejemplo; estás en una reunión familiar y un miembro de la familia hace un comentario que te molesta. En lugar de expresar tu frustración de manera directa y potencialmente hiriente, decides mantener la calma y no confrontar el comentario para evitar un conflicto mayor, aunque eso signifique que tus propios sentimientos no se expresen completamente.
  • Debo asumir y mantener mis obligaciones afectivas, aunque pierda mi individualidad. Por ejemplo. «Acepto todas las solicitudes de mi pareja para hacer cosas que me resultan incómodas o que no quiero hacer, solo para evitar conflictos, aunque me sienta agobiado y pierda mi tiempo personal.»
  • Si defiendo mis derechos, seré egoísta y me volveré incapaz de perdonar. Ejemplo: Un compañero de trabajo siempre se lleva tu material sin pedirlo. No dices nada para evitar conflictos, aunque te sientas incómodo y molesto por la situación solo para no parecer egoísta.

Esto lleva a pensar que uno vale poco y los demás valen mucho. A veces, un «NO» es un mal necesario, como cuando nos vacunan o tomamos el maldito jarabe que sabe horrible. Infravaloramos la capacidad de los otros para sobrevivir a nuestro «no».

Uno debe sentirse culpable solo cuando actúa de manera injusta, y hay injusticia cuando hay mala intención. ¿Tienes mala intención para sentirte culpable por lo que haces? Tenemos tanto miedo de ser malos que preferimos ser buenas víctimas, dolientes formales, mártires felices, antes que correr el riesgo de equivocarnos. El individuo asertivo ejerce el derecho a decidir a quién va a ayudar y a quién no. No se siente obligado por ley, sino por convicción, es decir, porque le sale del corazón. Uno debe quererse primero para poder querer a otros. Si uno solo piensa en dar y se olvida de que merece tanto dar como recibir, malcriará a las personas queridas.

Muchas veces somos demasiado autocuidadosos y nos atribuimos más peso del que realmente tenemos en el desenlace de los acontecimientos. Hay dos tipos de culpa: la culpa adaptativa, moderada y constructiva, y la culpa maladaptativa, excesiva, originada por el miedo y el autocastigo. Para que un perdón sea reparador, la conducta debe ser genuina; requiere empatía e intención benéfica, es decir, ponerse afectivamente en la piel del otro. Si no es así, el acto compensatorio se convierte en un acto protocolario, ausente de significado moral y afectivo. Cuando el sentimiento de culpa se magnifica y se convierte en un instrumento de purificación religiosa, entramos en un terreno de masoquismo moral. Cuanto más me castigo, mejor soy. Aprender a sentirse mal y sufrir para sentirse bien. Dulce martirio.

¿No estás patrocinando tú con tu silencio las actitudes aprovechadas de otros hacia ti? Y porque otros no se pueden sentir mal, los demás son especiales. Hay veces que queremos generar un cambio en las costumbres que los demás tienen con nosotros de forma indolora… pero eso no es posible.

“La igualdad entre las personas debe recordarse constantemente, especialmente para que uno no se convierta en instrumento del otro”. – Simone de Beauvoir

Si me quedo, me destruyo; si me voy, me mata la culpa o el pesar. El instinto maternal dirigido a un adulto puede causar desastres, como en el caso de los amantes que se comportan como madres o las madres con sus hijos.

Las personas muy religiosas tienen el espíritu del sacrificio, ya que se han criado con la idea de que deben entregarse incondicionalmente a sus deberes y no esperar nada a cambio, ni siquiera respeto (aunque Dios, en uno de los mandamientos, expresó que debemos cuidarnos a nosotros mismos, vivir dignamente y hacernos merecedores de la vida que poseemos). La tendencia natural de supervivencia es ponerse a uno mismo en primer plano. El odio a uno mismo es antinatural porque atenta contra el principio universal de preservar el ser por encima de todas las cosas.

Puede haber personas sumisas, altamente rencorosas e incapaces de perdonare individuos muy agresivos que no guardan resentimiento. Lo mejor al tratar con el primer tipo es actuar sabiendo cómo es y no imponerle, sino sacar a relucir sus deseos verdaderos, aunque cueste más. No hay que permitir que trague por pringado, sino ponerse en su lugar y preguntar: “Si yo fuera él, ¿me gustaría aceptar tal cosa?”.

La conducta asertiva puede ayudar a fomentar una conducta anti rencor, ya que evitamos que los sentimientos negativos se depositen en la mente, se expulsan antes de consolidarse, y los que ya están almacenados acortan el tiempo de procesamiento en la memoria, logrando un cierre más rápido y constructivo. Es decir, cuando una persona es asertiva, expresa sus emociones y necesidades en el momento adecuado, sin reprimirlas ni guardarlas. Esto ayuda a prevenir que los sentimientos negativos, como el enojo o la frustración, se queden dentro y crezcan hasta convertirse en rencor. Evitamos que el malestar se “quede dentro” y se transforme en resentimiento. Al comunicar cómo nos sentimos en el momento, liberamos esa energía emocional antes de que tenga la oportunidad de volverse un problema mayor.

Los Tres Principios para Contrarrestar el Papel de la Culpa Irracional: Tolerancia, Prudencia y Responsabilidad

Las personas perfeccionistas, moralistas y psico-rígidas suelen ser muy autocríticas y tienen una marcada tendencia a sentirse culpables por cualquier cosa. Los perfeccionistas buscan hacer todo de manera impecable y nunca están completamente satisfechos, ya que siempre piensan que podría ser mejor. Los moralistas se guían por reglas muy estrictas sobre lo que está bien o mal y esperan que todos las sigan al pie de la letra. Por otro lado, los psico-rígidos son aquellos que se aferran a sus rutinas y formas de pensar, y les cuesta mucho adaptarse a cambios o aceptar ideas nuevas. Todos ellos tienen algo en común: necesitan tener el control y que todo siga un orden.

La tolerancia se vuelve ilimitada, la prudencia se convierte en silencio absoluto y la responsabilidad se transforma en obsesión. Hablando más claros: la tolerancia universal ilimitada es condenable moralmente porque ignoramos a las víctimas y somos indiferentes al dolor humano. Si no hay límites a la tolerancia y aceptamos todo, nos volvemos indiferentes ante cualquier comportamiento, lo que lleva a una pasividad frente a cualquier acción. Por ejemplo, si somos absolutamente tolerantes, incluso con los intolerantes, y no nos defendemos, los tolerantes serán aniquilados junto con la tolerancia misma. La tolerancia generalizada puede llevar al síndrome de la víctima permanente, donde «la gente se aprovecha de mí». La prudencia, cuando se lleva al extremo, puede convertirse en mutismo o inacción total. La prudencia es la capacidad de actuar con cuidado y moderación, pero el temor a equivocarse o causar conflicto puede llevar a una pasividad absoluta. Ser responsable implica cumplir con los deberes de manera equilibrada, pero cuando la responsabilidad se convierte en obsesión, la persona siente una presión extrema por controlar todo y hacerlo perfecto, lo que consume a la persona con preocupación constante.

¿Y quién decide dónde está el límite de la tolerancia? El límite de la tolerancia está en el peligro que suponga un evento o persona para nuestra libertad individual, es decir, cualquier capacidad que limite nuestra capacidad de expresar lo que sentimos y pensamos. En lenguaje cotidiano, la tolerancia es soportar a alguien y su manera de ser o forma de pensar. Sin embargo, debería ser respetar. Tolerar no es padecer a los otros como una carga, sino aceptar y proteger el derecho a la discrepancia.

Cuando estas tres virtudes se exageran, se vuelven limitantes y una carga. La persona asertiva es tolerante a menos que sus preceptos personales (principios o reglas de conducta que una persona adopta para guiar su comportamiento y decisiones en la vida, basados en creencias, valores éticos, experiencias personales o enseñanzas adquiridas) sean avasallados. La persona asertiva equilibra derechos y deberes. El agresivo es intolerante y autocrítico, sobreestima sus propios derechos y subestima los ajenos. El sumiso practica una tolerancia excesiva e indiscriminada, queriendo hacer el bien para todos, pero dañándose a sí mismo irresponsablemente. Subestima sus propios derechos y magnifica a los demás.

Opinión personal: ¿Será por esta razón será que los sumisos les cuesta tener vida social? Porque el precio de tenerla para ellos o cuando la tienen es muy grande para sus derechos (ya sea que se burlan por su físico, o de su mala habilidad comunicativa y se aprovechan de ellos haciéndoles realizar actividades que no desean ) y cada vez que tienen vida social, salen con la percepción de que no merece la pena tenerla. Y si te lo pasas mal, y no tienes vida social, ¿en qué te refugias?, pues en el entretenimiento online, y por ello imagino el por qué muchos frikis del pc tienen tan mala sociabilidad).

La premisa que mueve a toda persona asertiva es defenderse tratando de causar el menor daño posible o, si es posible, ninguno. Debemos evitar todo daño innecesario al ejercer un derecho. Aquellos que ultrajan y humillan siempre se sienten mal cuando ya no pueden seguir abusando de sus víctimas. La sinceridad no es un valor muy cultivado en nuestra cultura (y cuando alguien es sincero, suele ser de forma ácida), por lo que no es sorprendente que la asertividad a veces cause incomodidad en los receptores.

El Yo y los Otros

Si nos sentimos seguros de nosotros mismos, percibimos a las personas significativas (aquellas que son importantes en nuestra vida) que nos rodean como amigables y no amenazadoras. Nos sentiremos cómodos, espontáneos y tranquilos frente a los demás, y el miedo a la evaluación negativa de los demás será mínimo. Quiero y necesito a la gente, pero me asusta lo que puedan pensar de mí. Si me alejo, me deprimo, y si me acerco, el miedo me inmoviliza. Los ansiosos sociales (personas que experimentan un miedo intenso y persistente en situaciones sociales o cuando sienten que están siendo observados o juzgados por los demás) son expertos camaleones, genios del disfraz y de las máscaras. Muchas personas buscan una especie de hipocresía saludable o deshonestidad positiva conceptos que sugieren que, en ciertos contextos, no ser completamente honesto o adaptar la verdad puede ser beneficioso para las relaciones sociales o el bienestar de las personas, sin engañar malintencionadamente, sino moderando la verdad para evitar conflictos innecesarios, proteger los sentimientos de los demás o mantener la armonía social. Para ser menos ansiosos con la gente sin mostrarse tal como son. El miedo a proyectar una mala imagen social está íntimamente ligado a la vergüenza (una emoción social cercana a la culpa). La vergüenza nos bloquea de ser asertivos; es el miedo a dar una mala impresión, la necesidad de aprobación, el miedo a sentirnos ansiosos y comportarnos de manera inapropiada, o el miedo a las figuras de autoridad. La vergüenza, al igual que la ansiedad, produce un fuerte efecto de retirada. Sin embargo, mientras que la ansiedad lleva a una huida anticipatoria y preventiva ante situaciones que solo han pasado en nuestra mente, la vergüenza se produce ante un hecho real que ya ha ocurrido. Metimos la pata y no se puede solucionar; lo único que queda es escapar o desaparecer mágicamente. La vergüenza tiene que ver con la autoevaluación de uno mismo; se trata de pensar «hice el ridículo» vs «soy el ridículo»Ataca a la identidad propia y a la estructura general del yo. El individuo se siente inherentemente inapropiado, malo, desagradable, poco interesante, despreciable, incapaz, un fraude o ridículo. La preocupación principal de las personas que se avergüenzan de sí mismas es mantenerse ocultas del resto del mundo. Su creencia es que, si alguien los conociera de verdad, se sentiría defraudado, ya que su mundo interior es una mierda. La conducta de evitación es reemplazada por la agresividad defensiva. Las personas tímidas suelen dar la impresión de ser antipáticas, pero en realidad se están autoprotegiendo. Un ejemplo del libro: «La gente ni siquiera se me acerca, tenía fama de creída y arrogante. Para mí era mi mejor disfraz; nadie sospechaba que soy tímida. Me cuesta mucho iniciar y mantener una conversación; siento que no tengo temas…»

La asertividad obliga a los vergonzosos a revisar sus esquemas en dos sentidos: salir de su escondite psicológico y exhibirse (el asertivo nunca pasa desapercibido) y revisar su valía personal. Algunos pensamientos que bloquean la asertividad son: «Si expreso lo que siento/deseo, llamaré la atención y seré criticado. Es mejor no decir lo que pienso para que no me conozcan».

Dato curioso: Los sujetos tímidos y socialmente inseguros recuerdan a sus padres como especialmente críticos y distantes. Los niños que no son capaces de satisfacer las expectativas de sus padres, o que así lo perciben, pueden caer en un ideal personal inalcanzable y ser más propensos a sentir vergüenza. La memoria autobiográfica determina gran parte de nuestra manera de pensar y sentir el mundo. Somos lo que recordamos. Somos memoria en acción (también es verdad que la memoria es selectiva). Las personas que tienen la mala costumbre de concentrarse más en lo negativo que en lo positivo terminan por ignorar lo bueno (acumulando recuerdos negativos). Aceptarse a uno mismo de manera total y definitiva es el principal requisito para la salud mental. El pasado no perdona si nos quedamos anclados en él. Los temores que creamos en la temprana infancia pueden arrastrarse durante toda la vida.

No hay otra forma de vencer la vergüenza privada (ese sentimiento de malestar o incomodidad que experimentamos en solitario, sin que otros estén al tanto de lo que la causa, y que surge cuando alguien se siente insatisfecho consigo mismo por errores, pensamientos o comportamientos que considera inadecuados, aunque nadie más lo haya notado) que aceptarse incondicionalmente a pesar de todo y de todos. Nadie te da de comer, y eso no depende de caer bien a todos. Las madres son determinantes en la conformación de la autoestima de sus hijos; pueden hacer crecer el ego o aplastarlo.

El ser humano se forja en la relación de dependencia con los otros; los demás son el caldo de cultivo donde se cristaliza nuestra propia identidad. No podemos renunciar al prójimo. El miedo a una mala impresión nos vuelve hipersensibles a la desaprobación y nos lleva a generar todo tipo de anticipaciones catastróficas relacionadas con el temible rechazo social, como una mueca inesperada, cierta inflexión de voz o una risa sospechosa. Al estar tan atentos al rechazo, nos fijamos en las personas que nos rechazan y no en las que nos aceptan. Como no podemos gustar a todo el mundo, siempre estaremos viendo rechazos. Hagamos lo que hagamos, siempre habrá personas que nos detesten; es inevitable.

Con la prevención extrema del rechazo (por ejemplo, cuando una persona, por miedo al rechazo, se muestra demasiado ansiosa por agradar a los demás, buscando constantemente aprobación, disculpándose excesivamente o esforzándose demasiado por caer bien), uno mismo genera una actitud negativa en las personas que lo rodean, acabando por ser rechazado. Es la profecía que se auto-cumple.

Las personas altamente motivadas por llevar una buena imagen social rehúsan utilizar la asertividad porque conlleva un costo social. La técnica de decir «sí» a todo el mundo hace que la gente se queje de tu extrema pasividad. La gente sumisa puede resultar muy querida al principio, pero con el tiempo produce hastío (una sensación profunda de aburrimiento, cansancio o falta de interés, generalmente provocada por la repetición de una actividad o la ausencia de estímulos nuevos o emocionantes). Necesitamos un poco de repulsa y oposición constructiva para que los lazos afectivos se fortalezcan.

Opinión personal: A veces acabamos una relación sentimental con una persona porque no somos con ella la persona que realmente somos, y con la esperanza de que en una futura relación que empecemos podamos ser auténticos. Este es un grave error. Primero, porque uno hoy es de una manera y mañana será de otra; habrá evolucionado, y si no hay asertividad, el cambio de persona será como un traje de comunión que ahora se adapta a ti, pero mañana se te quedará pequeño e inadecuado de nuevo, como con la pareja anterior. El silencio no ayuda a resolver el problema. No ejerces tu derecho a haber cambiado como persona y tener gustos diferentes, pero tampoco ejerces tu derecho a comunicarlo a las otras personas. Si estás entrando en un proceso de desamor, te sientes alejado o no estás satisfecho con algún aspecto de la relación, tienes el deber de comunicarlo a tiempo, porque tu pareja tiene el derecho a saberlo.

La imagen social debe cuidarse y fortalecerse, pero solo si somos auténticos y honestos al hacerlo. La dificultad comienza cuando empezamos a creer que valemos por lo que aparentamos y confundimos apariencia con esencia. Uno no repudia su esencia, sino su forma de comportarse, sus escasas habilidades sociales o su pobre desempeño debido a los nervios. La ansiedad puede hacer que nos tiemble la voz, que no miremos a los ojos o que nuestro cuerpo no responda.

Indicadores expresivos verbales y no verbales

El contenido verbal es el corazón de la asertividad. Cuanto más queremos ser asertivos, más nos hundimos si no aceptamos lo peor que pueda ocurrir y retamos al miedo. Así se rompe el círculo. Si deseas ser asertivo, no descuides la manera de expresarte, pero tampoco olvides que no debes sacrificar el contenido verbal en favor de palabras bonitas pero vacías. Por ejemplo, al dar retroalimentación en el trabajo, en lugar de decir «Tu trabajo está bien, pero podrías mejorar un poco» (una frase vaga y poco útil), sería más asertivo decir «Tu informe está bien estructurado, pero necesita más datos en la sección de conclusiones para ser más convincente». De este modo, te expresas con respeto y claridad, sin sacrificar el contenido.

No sostener la mirada (ser huidizo) es típico de los sumisos, pero si es penetrante, es de los agresivos. Una gesticulación pobre denota falta de asertividad, pero exagerar cansa. Una voz muy baja muestra inseguridad, pero un tono demasiado alto genera miedo. Una entonación monótona puede transmitir falta de emotividad o compromiso, y un énfasis excesivo da malas impresiones. Si quieres ser asertivo, ten en cuenta estos indicadores expresivos verbales y no verbales y trata de no pecar ni por exceso ni por defecto. Hay personas que hablan con menos emoción que un chatbot. Las relaciones humanas son musicales. La imagen exterior depende de la fluidez verbal, la cual requiere espontaneidad y seguridad.

Las personas inseguras creen que cada pregunta es un problema que deben resolver, y los inasertivos usan muchos coloquios, silencios, repeticiones y aclaraciones innecesarias, muchas disculpas y tienden a insinuarse en lugar de afirmar. Por ejemplo, en lugar de decir “No sé, tal vez deberíamos considerar otra opción, pero no estoy seguro…”, afirma con confianza: “Creo que deberíamos optar por otra opción porque será más eficaz.” En la insinuación, la persona sugiere algo sin decirlo claramente, mientras que en la afirmación expresa su opinión con claridad y seguridad. Cuando hablamos con alguien sin fluidez verbal, sentimos impaciencia, desesperación y ganas de sacudirlo.

La sumisión, al igual que la cobardía, produce rechazo. El lenguaje asertivo debe ser claro, explícito, directo, franco, considerado y respetuoso con los derechos ajenos. Sentimos ira e indignación cuando descubrimos que alguien no dice lo que piensa. No se debe confundir a un líder con una persona agresiva que se impone. Las figuras de autoridad nacen de la creencia en personas superiores, que poseen más derechos y saben lo que es conveniente para uno. Hay una diferencia entre ser un líder y un ídolo positivo; no hay que caer en la idolatría. El verdadero líder se respeta, deja ser, es discreto, ayuda sin ser visto, nos guía en el pensamiento y nos induce a ser libres.

Lo que define el valor no es la ausencia de miedo, sino la voluntad de vencerlo. “Si vives de acuerdo con la naturaleza, nunca serás pobre; si vives según lo que dirán, nunca serás rico.” -Séneca, Cartas a Lucilio. Aceptar mi esencia significa que soy valioso por mí mismo, sin razones ni motivos. No por lo que haga o haya dejado de hacer, ni por lo que tenga o haya dejado de tener. Mi valía personal radica en mi existencia, no en mis logros. Mis logros o fracasos no pueden medir mi valor esencial como ser humano, simplemente porque soy más que eso. Aceptarse incondicionalmente sugiere que puedes reconocer y criticar tus errores sin considerarte despreciable o no digno por ello. Una cosa es aceptar que debes cambiar porque te has equivocado, y otra condenarte a ti mismo. Te criticas porque te quieres y deseas mejorar.

“El necio atribuye sus errores a los demás; el prudente se los atribuye a sí mismo; el sabio no culpa a nadie.” – Confucio. Esta cita sugiere que mientras el ignorante tiende a buscar culpables externos para sus fallos, y el sensato reconoce su propia responsabilidad, el sabio comprende que la culpa no es el enfoque adecuado. En lugar de culpar a otros o a sí mismo, el sabio busca aprender y mejorar sin enfocarse en asignar responsabilidades.

Aceptarse incondicionalmente, pese a ser imperfecto, es cerrar la entrada a la vergüenza patológica y despreocuparse del qué dirán. Si nos sentimos bien con nosotros mismos, seremos auténticos y asertivos. El objetivo de la asertividad no es cambiar la conducta del otro (aunque si se consigue mejorar el bienestar, mejor), sino fortalecer la autoestima y autoafirmarte, es decir, afirmar tu propio valor y creencias sin depender de la aprobación de los demás, y no necesariamente cambiar la conducta de los otros. Así, autoafirmarse significa mantener una postura firme y respetuosa. A la gente no le va a gustar que seas asertivo, así que las reacciones no serán abrazos y besos, pero las personas que de verdad importan querrán que seas asertivo porque es lo mejor para ti, aunque no lo seas y deberías serlo.

El abusador se ofende cuando las víctimas se revelan, así que no hay que esperar menos. Las consecuencias negativas externas pueden incluir agresión física o verbal, manipulación por culpa o perder una amistad (aunque si la pierdes por ser honesto, vaya amistad). Las consecuencias negativas internas pueden ser culparte por herir los sentimientos de alguien, sentirte ridículo, ansioso o arrepentido.

Teoría propia: cuando eres más joven, débil o estás perdido en la vida, más abusadores intentarán aprovecharse de ti. No vivimos en un mundo de hermanitas de la caridad. Como en los documentales de Discovery; los depredadores van a por los más débiles, y a ellos les da igual la opinión negativa que los demás tengan de ellos. Pero como a ti sí te importa, te agachas, tragas y cumples con los deseos de quienes se aprovechan de tu falta de asertividad.

Si por ser asertivo van a haber daños físicos hacia ti y no eres un cinturón negro en artes marciales, descarta la asertividad y busca otros métodos. Si por ser asertivo te van a agredir verbalmente, no te detengas; las palabras incomodan, pero no hacen daño. Si por ser asertivo, un amigo te va a retirar la amistad, verifica si realmente se trataba de un buen amigo; si se retira, mejor para ti. Es preferible tener pocos pero verdaderos amigos que muchos conocidos. Tú decides qué es negociable y qué no lo es, pero recuerda que la mayoría de las personas que se han vendido al mejor postor manifiestan que, si tuvieran otra oportunidad, no volverían a venderse.

Conclusión personal: Pienso que todos somos asertivos e inasertivos, dependiendo de un grupo social o no (nada es blanco o negro). Sabiendo esto, la clave es exportar la asertividad de forma adaptativa a todos los grupos y situaciones que veamos necesarios. Hacerlo por uno mismo y por respeto a las personas con las que si aplicamos la asertividad, y nos aceptan. Sin miedo, al fin y al cabo, vas a seguir siendo tú mismo el que se saque las habichuelas del fuego.

 

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