Tiempo de lectura del libro: 6-7 horas
Spoiler: Este artículo es brutal. Creo que no podía leer el libro en mejor momento, ya que este 2024 he tenido una crisis existencial que este libro ha logrado resolver. Lectura recomendada.
Introducción.
«El hombre en busca de sentido» creo que es de las pocas recomendaciones que de verdad hacen honor a todo el bombo que le dan en las redes. Es un muy buen libro. Pero sinceramente, recomiendo leer tanto el libro como este artículo. Aunque al principio está bien, pero tampoco es para tanto, el final del libro si que me pareció épico. Es corto y fácil de leer.
Destacar que el autor, al principio, quería hacer el libro en anónimo, ya que no se considera muy fan del exhibicionismo, pero sus amigos lo convencieron de firmarlo con su nombre. Y eso es un acierto, ya que así se humanizan las historias. Igual que yo con este blog: si tienes un proyecto personal tuyo, y puedes, pon tu careto y tu nombre en él.
Para empezar, decir que Viktor Frankl fue un doctor psicoterapeuta de origen judío que vivía y trabajaba en Viena, Austria. Sobreviviente del Holocausto judío, dada su profesión pudo analizar la situación que vivió desde otra perspectiva.
Campo de concentración y libertad de pensamiento.
El libro comienza describiendo bastante bien, y de forma visual, cómo eran los campos de concentración y la dinámica de la vida diaria: trabajos forzados, poca comida nutritiva (sopa sin nada y un trozo de pan), el frío, la epidemia de tifus, maltrato físico y psicológico por parte de los miembros de la SS.… vamos, nada que no hayamos visto en un documental. Y cómo todos pensaban que se librarían de la cámara de gas en el último momento por alguna salvación. Es decir, el ser humano niega hasta su último momento su posibilidad de morir y nunca pierde la esperanza.
Una observación destacada del campo de concentración es lo vital que es afeitarse a diario, incluso si tiene que ser con un cristal roto, con el fin de, cito textualmente, “evitar el aspecto de musulmán, miserable por fuera y por dentro y que no vale para trabajar”. Hasta en el campo de concentración es vital estar presentables, y eso da para otro artículo: ¿por qué nos atrae y cae mejor lo estético, lo bonito, aunque luego sea peor? Es curioso, justo los que tenían una actitud más proactiva hacia el campo de concentración son los que mejor se asean y más ponen el lomo, mientras que los que tiran la toalla dejan incluso de ir al baño para hacer sus necesidades y se las hacen encima.
Dos de las armas que usaban los prisioneros para sobrevivir, y que fueron fundamentales, eran la práctica de la religión (incluso estando prohibida y a riesgo de recibir correctivo) y el humor. Un humor muy negro, dice el autor. Ejemplos del tipo de humor negro que compartían:
- Bromas sobre la muerte y la miseria: “Espero que te toque la próxima selección, así obtendrás un ‘ascenso’ a un campo mejor». Aquí, el “ascenso” era una referencia amarga al traslado de los prisioneros a las cámaras de gas.
- Sobre la comida y el hambre: Dada la extrema escasez de alimentos, los prisioneros a menudo bromeaban sobre las “delicias” que les ofrecían. Por ejemplo, podían comentar “Esta sopa parece más agua que agua misma”, como una forma sarcástica de referirse a las raciones insuficientes.
- Ironía sobre las condiciones sanitarias: Ante las insalubres condiciones de vida, algunos prisioneros decían cosas como “Hoy el campo es un spa. ¡Nos hemos lavado! Aunque solo haya sido en el barro y sin jabón”. Este tipo de comentarios les ayudaba a lidiar con la suciedad y la miseria de su situación.
- Optimismo negro: Frankl relataba que a veces entre los prisioneros decían “Lo bueno de estar aquí es que al menos sabemos cómo será el invierno”, haciendo alusión a que, al estar expuestos a la intemperie, sabrían lo que era un frío verdaderamente extremo.
- El optimismo de los enfermos graves: Los que estaban gravemente enfermos en la enfermería podían decir en tono sarcástico “¡Al menos aquí no hay trabajo!”, ya que estaban demasiado débiles para trabajar, lo cual irónicamente los alejaba temporalmente de las tareas agotadoras.
¿Qué nos indica esto? Que el hombre, hasta en lo privado, conserva un reducto de libertad de decisión (decidir ser chistoso y rezar). Y aquí está la primera discrepancia que tengo con el autor: si bien es cierto que cada individuo tiene alguna libertad para elegir, el profesor era médico clínico, con un mundo interior muy rico, mientras que una persona menos formada no lo sería y, por lo tanto, se vuelve más reactiva, es decir, se deja llevar como un mojón aguas abajo. Viktor tiene hasta un término para esto; lo llama «el prisionero típico»: alguien que, debido a la desesperanza y la pérdida de propósito, actúa de forma mecánica o conformista (algo que nos puede pasar a todos en algún momento de nuestras vidas, viviendo en piloto automático y haciendo las cosas solo porque es la inercia de la vida, porque es «lo que toca» y no quieres calentarte la cabeza). Estos prisioneros se transforman en un reflejo de su entorno, sin sus valores, sin sentimiento de identidad ni humanidad.
Y aquí veo una incongruencia bestial. Es decir, el mismo autor en su libro dice que lo que le dio fuerza fue que tenía que volver a publicar su libro, que se lo habían quitado nada más entrar en el campo de concentración, y se imaginaba dando discursos. Además, era un médico cuya función en el campo de concentración era útil, pero ¿qué pasa con la gente que no tenía nada, que tenía poca formación, baja cualificación, y que, con muchísima suerte, su vuelta a la vida cotidiana sería volver a escuchar la radio y beber cerveza, y sin su familia? ¿Qué libertad de decisión tienen esas personas ante esa situación?
Viktor dice que cada hombre, incluso en condiciones trágicas, puede decidir quién quiere ser, espiritualmente y mentalmente. Pero un hombre/mujer se hace, no se nace, y si uno no tiene unos mínimos (educación, condiciones…). Igual que la libertad se gana, no se obtiene. Si vives en base a los deseos de los demás, con una niebla mental que te hace pensar en temas que no pensarías por ti solo en ellos y te olvidas de los propios.
Es más, el propio autor al principio dice que los paletos, al entrar en el campo de concentración, no sufrían tanto por el trabajo duro como los cerebritos, pero sí que psicológicamente lo pasaban peor. Y es porque la libertad interior no te la pueden arrebatar; tu pensamiento interior es 100% tuyo (de momento). Pero, claro, que diga eso un psicólogo sobre sí mismo tiene sentido, ya que conoce las técnicas de manipulación mental y de desgaste que usaban las SS para arrebatarles la esperanza y hacerles caer, y con él claramente no funcionarían. Porque, al igual que en la manipulación, para que funcione, la víctima no debe saber que va a ser manipulada, ya que cambiará su comportamiento y tomará decisiones totalmente inesperadas. Pero, para el pobre campesino que no sabe ni hacer 2+2, claramente esa libertad disminuye. Y es por eso que la libertad se construye, no se obtiene, y va de un grado menor a mayor (en mi opinión). ¿Cómo se construye? Eso ya en otro artículo.
Luego menciona el autor que el estado de ánimo del prisionero era fruto de una decisión libre, una polla. Para optar a esa decisión “libre” tienes que tener desbloqueados muchos recursos mentales y saber cuál elegir; si no llegas a un nivel mínimo, pues muy libre no serás. Y que lo diga él que estuvo dando un discurso para motivar a los demás… Es decir, tuvo que venir él a interferir en la libertad de los otros, que habían decidido “libremente” estar tristes y desanimados, como ibas a estar sin comer, con frio, y familiares muertos… Y, después de la charla, estuvieron motivados y esperanzados. Eso suena a que esa gente no era muy libre, sí… Influenciaron su estado de ánimo con factores externos.
Sufrir te curte y te da propósito.
Si hay un sentido a la vida, entonces hay un sentido al sufrimiento. Esta premisa, imagino, la iglesia la habrá usado a fuego para hacer que el pueblo llano trabajase como descosidos, prometiéndoles que la vida de penas que tienen ahora, pues tiene sentido y merece la pena, ya que gozarán luego de la vida eterna… 🙄
Y el párrafo de arriba me lleva a mi siguiente conclusión: ¿aceptar el sufrimiento como «la cruz que a uno le ha tocado llevar» no es un pensamiento limitante? ¿Quién dice que la cruz que me ha tocado a mí llevar de verdad la tengo que llevar yo? ¿Tengo que aceptar que tú, por ser quién eres, tienes una vida en base a mi esfuerzo por X o Y razón…? ¿Y mi cruz es mía, o me la ha puesto alguien y todo el mundo me dice que la lleve a cuestas, ya que de eso depende el sistema productivo? ¿El mundo quiere que siempre lleve mi cruz, o quiere ayudar para que me la quite? Ejemplo: un esclavo, si tuviera el pensamiento de que debe aceptar su cruz por haber nacido esclavo, hoy en día la esclavitud seguiría existiendo. Sin embargo, se abolió porque muchos dijeron que esa no era su cruz. Igual con la clase obrera, igual con las mujeres maltratadas… Las cruces que te hayan tocado por cosas circunstanciales está claro que son tuyas: una muerte, nacer en X país, en determinada clase social, con determinada enfermedad, que te amputen las piernas por diabetes… Y, aun así, esas tampoco son muy claras, porque, que te toque tener esa cruz, piensas, ¿se podía haber evitado? ¿Hay alguien que no hizo su deber de enseñarle lo mínimo para se eviten esas situaciones? Otro ejemplo podría ser la cruz de la vejez, la cruz del rechazo social por alguna cualidad física… Y aquí hago otra observación mía; la diferencia cultural entre los orientales donde el suicidio está en picos, ya sea porque no quieren llevar la vida que les ha tocado… frente a las culturas con religiones abrahámicas, donde se castiga el suicidio, con un castigo teóricamente peor después de la muerte, el infierno. Y eso de llevar tu cruz y ser digno de tu destino (voy a sonar comunista) puede ser usado por la clase alta para dominar y someter casi en esclavitud a la clase baja. “Rema, cabrón, que a ti te ha tocado esto, y no intentes levantar la cabeza que te doy un correctivo. Porque mi lujo depende de tu sufrimiento.” Que intentan de todas las formas que te mantengas en una carrera continua, que te motive, con un sueño aspiracional guapo (coche, mujeres, ropa, fama…), pero del que no puedas salir ni llegar. Para así pues remar fuerte.
«Cuando un hombre descubre que su destino es sufrir, ha de aceptarlo, porque el sufrimiento se convierte en su única tarea singular; es más, tendrá que llegar a la conciencia de que ese destino doloroso le otorga valor como persona única e irrepetible. Nadie puede redimirlo de su sufrimiento ni sufrir por él». —Lo dicho, yo eso lo veo con cuidado, que si le damos muchas vueltas podemos romantizar en exceso el sufrimiento. Sí pero no, yo quiero que me den droga dura si lo paso mal. Y no solo tiene que ser pasarlo mal con enfermedades, sino que en situaciones socioculturales también puede pasar. Me parece una buena forma de pensar para las personas que han pasado por una experiencia traumática, pero, si se puede evitar, hay que evitarlo.
Para que el sufrimiento confiera un sentido, ha de ser inevitable, completamente necesario. El sufrimiento debe combatirse con los remedios oportunos; no caigamos en masoquismo. Pero he aquí el dilema: ¿qué sufrimientos son evitables y cuáles no? ¿Es inevitable aceptar ser un obrero mal pagado porque no has estudiado y tienes que lidiar con ese sufrimiento, o debes rebelarte? ¿Es aceptar que tienes una enfermedad genética incurable y cargar con ese sufrimiento, o investigar si alguna corporación cuyos productos usaste pudo tener malas consecuencias para tu organismo? No todas las cruces que llevamos son nuestras. Como dice el lema de Alcohólicos Anónimos: «Dios, dame sabiduría para diferenciar lo que puedo cambiar de lo que no».
Nunca me ha gustado la mierda de estar en una situación de puta pena económica y que venga alguien a decirme que sea positivo porque «atraemos lo que pensamos». Mira, te meto un guantazo. Pero este libro te dice que sí, que es un momento de mierda, pero yo tengo que estar a la altura de esta mierda y sobreponerme. Aceptar el sufrimiento… El valor no reside en el sufrimiento en sí, sino en la actitud frente a él, en la capacidad de soportarlo. Muchas personas vivimos con miedo a perder seres queridos, a enfermarnos… y eso nos genera ansiedad. Esa ansiedad se va si uno acepta el sufrimiento que le vaya a tocar en la vida y se dice que pase lo que pase será digno de ello.
Yo, como rumano, puedo estar enfurecido por lo que me ha tocado vivir y por empezar desde más abajo, o puedo decir: «Bueno, es lo que hay, pero si no remo, no salgo de aquí ni prospero». Y que justamente esta condición de desventaja por ser inmigrante puede ser lo que dé sentido a mi vida y me construya una narrativa. Esto es lo que me ha tocado, y construirá tanto mi sentido como mi carácter. Este es un ejemplo con mi caso, tu piensa en el tuyo propio.
“Las circunstancias excepcionales adversas le otorgan al hombre la oportunidad de crecer espiritualmente más allá de sí mismo.” – Enfrentarnos a desafíos intensos nos permite desarrollar una fortaleza interna, resiliencia y sentido de propósito que van más allá de nuestras necesidades o deseos cotidianos. Sin ese desafío intenso, nuestro destino seguiría en piloto automático por la vida, con nuestras preocupaciones mundanas y, en muchos casos, como zombis medio anestesiados por propaganda y marketing.
Lo que motivaba al psicólogo era visualizarse en un escenario; se veía dando charlas de su libro ya publicado (libro que le quitaron las SS), dando conferencias… Eso, como deportista, es clave y todos lo hacemos, pero corres el riesgo de no vivir el presente, vives con la cabeza en las nubes y te olvidas de lo que tienes delante. Pero sí es verdad que cuando más fuerte estaba y mejor entrenaba era cuando estaba a tope, imaginándome fuerte. Motivarte no te asegura el éxito, pero no motivarte a hacer nada te garantiza no moverte y la tristeza.
“El sentimiento que se convierte en sufrimiento deja de ser en cuanto nos formamos una idea clara y precisa de él.” – Cuando logramos entender o darle sentido al sufrimiento, este pierde poder sobre nosotros. La frase sugiere que el sufrimiento se alivia o se transforma en algo más manejable al analizarlo, comprender sus causas y desarrollar una perspectiva clara sobre él. Al entender el porqué de nuestro sufrimiento, podemos enfrentar la situación de una forma más objetiva y menos dolorosa.
En la mente del prisionero
Para el prisionero, cuenta, que el final de su existencia comenzaba cuando no quería salir del barranco. Se daban por vencidos, y los cigarrillos que tanto guardaban para cambiarlos por comida, se los fumaban dándose así los últimos placeres. Opinión personal; este hecho de los cigarrillos se produjo en los campos de concentración, pero en nuestra vida diaria podrían ser casos como:
- Gastos impulsivos cuando ya estás endeudado: Alguien que ya tiene muchas deudas y poca esperanza de saldarlas puede optar por gastar lo que le queda en algo que desea, como ropa, electrónica o una cena cara, pensando «ya qué más da». Esta decisión inmediata parece tener más sentido en el momento, aunque empeora su situación financiera a largo plazo. Esto se puede aplicar tanto a personas como a países, ejem, España.
- Comerte esos donuts: De forma similar a la deuda, si ya pesas un montón y el esfuerzo para bajar es muy grande durante mucho tiempo, piensas: «pues si ya estoy gordo y difícilmente voy a cambiar, me voy a comer esos donuts y me quedo a gusto», aunque luego te sientas mal contigo mismo.
- Personas en condiciones de trabajo explotadoras: En situaciones de trabajo extremadamente precario, algunas personas renuncian a intentar mejorar sus condiciones. Optan, por ejemplo, por gastar el poco dinero que tienen en placeres momentáneos (como alcohol, tabaco o entretenimiento) en lugar de ahorrar o invertir en algo que podría mejorar su futuro. Ven el progreso tan lento, que dicen «carpe diem, la vida son dos días». Los jóvenes de hoy en día, al ver que no podemos ahorrar, nos fumamos todo el sueldo; para ahorrar 150€ y vivir ajustados, mejor me pago Netflix y me compro un iPhone, así me evito pensar en mi situación.
- Personas con enfermedades graves que rechazan tratamientos: En algunos casos, pacientes con enfermedades graves llegan a rechazar tratamientos dolorosos o incómodos, buscando calidad de vida a corto plazo en lugar de apostar por una recuperación incierta. Prefieren vivir con menos restricciones en lugar de someterse a un régimen que les provoque sufrimiento.
Además, cuando bajaba el estado de ánimo —desganado, desvivido, triste, depresivo— el estado de ánimo está muy ligado a la fuerza del sistema inmune, y si baja uno baja el otro; con ello, el tifus los mataba. Viktor Frankl resalta el papel de las prácticas y actitudes mentales psicohigiénicas que ayudan a mantener la salud psicológica y emocional.
- Establecer propósitos y metas significativas: Frankl se planteó como meta sobrevivir para poder compartir su experiencia y su teoría sobre la logoterapia, convencido de que tenía algo importante que ofrecer al mundo después de la guerra.
- Practicar la gratitud: A pesar de las condiciones extremas, Frankl encontraba motivos para estar agradecido, como los breves momentos de calma, una pequeña ración de pan o una muestra de bondad de otros prisioneros/guardia.
- Ejercicio físico regular: Aunque no tenía oportunidad de hacer ejercicio en el sentido tradicional, se mantenía activo físicamente dentro de las limitaciones del campo, comprendiendo que cualquier actividad era mejor que la inacción total.
- Mantener relaciones sociales saludables: Frankl formó vínculos con otros prisioneros, ayudándose mutuamente para sobrevivir. Encontrar a otros que compartían su dolor y angustia fortaleció su resiliencia.
- Practicar la meditación y la atención plena (mindfulness): Frankl observaba sus propios pensamientos y emociones desde una perspectiva de análisis, sin dejarse arrastrar por la desesperación. Intentaba mantener su mente en el presente, en lugar de sucumbir a las angustias del pasado o el miedo al futuro.
- Establecer límites saludables: Aunque era difícil en ese contexto, Frankl se esforzaba por proteger su estado mental, evitando involucrarse en comportamientos autodestructivos o en conflictos innecesarios.
- Buscar significado en situaciones difíciles: Frankl veía el sufrimiento como una oportunidad para encontrar un propósito, creyendo que, al soportarlo, estaba dándole un sentido. Para él, la dignidad ante el sufrimiento era en sí misma una forma de propósito.
- Descansar adecuadamente: Aunque no siempre podía descansar bien, aprovechaba los momentos en los que lograba dormir para recuperar algo de energía y mantenerse mentalmente alerta.
- Desarrollar una mentalidad de crecimiento: Frankl observaba los momentos difíciles como oportunidades para crecer. Para él, resistir las pruebas en el campo le permitía fortalecer su carácter y aprender de la experiencia, dándole sentido.
- Realizar actividades creativas o recreativas: En su mente, Frankl recreaba conferencias y reflexionaba sobre su trabajo, imaginando el día en que podría volver a enseñar. Estas actividades mentales creativas le ofrecían una vía de escape.
- Practicar el autocuidado y la autoaceptación: Frankl aceptaba sus limitaciones y las de su cuerpo debilitado, pero también reconocía su valor como persona y su determinación de no perder la dignidad, sin importar las condiciones.
- Cuidar la alimentación: Aunque la comida era escasa, Frankl intentaba conservar energía y resistir lo más posible para sobrevivir. Este cuidado físico, aunque mínimo, también reflejaba su instinto de cuidar su salud.
- Mantener una mentalidad positiva: Frankl se esforzaba por mantener la esperanza, imaginando el reencuentro con sus seres queridos o el retorno a una vida normal. Esta actitud positiva lo ayudó a sobrellevar el sufrimiento extremo.
No sé si vas por el mismo hilo que yo, pero claramente la libertad interna de Viktor fue gracias a esa mentalidad, y tener esa mentalidad, para mí, o se trabaja o no se tiene. Se adquiere.
La salud psíquica necesita cierto grado de tensión interior (por ejemplo, la tensión entre lo que se ha logrado y lo que aún hay que conseguir, o la distancia entre lo que uno es y lo que debería llegar a ser). Esta tensión es propia del ser humano y, por lo tanto, indispensable para el bienestar psíquico. Pero claro, esto está redactado en 1945; hoy en día, con Pinterest y demás redes, lo que me hace pensar en lo que quiero ser está muy lejos de lo que soy. Lo que el hombre necesita no es vivir sin tensión, sino esforzarse y luchar por una meta que merezca la pena. Vivir sin tensión a cualquier precio no parece psicohigiénico; es mejor sentir el apremio de un deber o la urgencia de una misión por cumplir.
Reinterpretación de lo que buscamos en esta vida.
Frank comparte: No importa lo que esperamos de la vida, sino lo que la vida espera de nosotros. Deja de preguntar qué sentido tiene la vida y pregunta qué sentido le puedo dar a mi vida. El destino de cada hombre es distinto y único; uno no se puede comparar con otro, y cada destino es irrepetible. Ninguna situación se repite, y cada situación es única. Y hay tantos sentidos como personas. Opinión mia; hay sentidos a la vida prefabricados, como la religión (vivir la vida cristiana), el trabajo, las metas, nacionalismos hacer un hijo, una casa y plantar un árbol… vivir bien… El sentido de la vida que le quieras dar depende de ti, y eso es lo difícil. Como dice Sartre: La libertad del hombre es una condena, es decir, un animal sigue sus instintos y no es dueño ni culpable de sus actos, tu sin embargo, sabes que está bien que está mal, y si no lo sabes culpable también por no investigarlo. Encontrar tu sentido a la vida es complejo, y puedes estar perdido. El conjunto de la sociedad te mirará mal si tienes un sentido de la vida diferente al del grupo o si no lo encuentras o acoges uno extraño. Y tú, para no ser excluido, mentirás de cara a la galería y, así, la gente que sea como tú también se ocultará. Es más, esa misma gente que se oculta juzgará mal de cara al público para que no vean que piensan como el que se ha revelado.
“Muchos prisioneros se suicidaban, tenían el típico argumento de no esperar nada de la vida. En ambas cosas, la terapia, según lo expuesto, consistía en hacerles ver que la vida sí espera algo de ellos” — descubrió que, en lugar de pensar en lo que uno puede obtener de la vida, puede ser más poderoso preguntarse: “¿Qué espera la vida de mí?” Esto implica que siempre hay una responsabilidad, una misión o un propósito individual. Puede ser un proyecto inacabado, una persona querida que necesita de nosotros, o simplemente la posibilidad de crecer a través de las dificultades. Lo que hacía con los prisioneros depresivos era:
- Reorientar la perspectiva: Frankl les recordaba que podían elegir cómo responder a sus circunstancias y que esa elección era significativa.
- Recordar vínculos y responsabilidades personales: Frankl les pedía que pensaran en personas fuera del campo de concentración que los necesitaban, como sus familiares o amigos. Les recordaba que tenían una «responsabilidad» hacia esos seres queridos, quienes esperaban su regreso. También les ayudaba a recordar proyectos o sueños inacabados, como un trabajo importante o una meta que aún podían alcanzar.
- Fomentar una actitud de esperanza y resistencia: Frankl insistía en que la vida, incluso en sus momentos más duros, siempre ofrecía oportunidades para el crecimiento espiritual. Les recordaba que su sufrimiento podía ser transformado en una especie de logro interno. Él decía que el sufrimiento inevitable podía ser enfrentado con una actitud que hiciera de ese dolor algo significativo, como un acto de resistencia y dignidad.
- Foco en el «día a día»: En lugar de fijarse en cuánto tiempo seguirían en el campo, Frankl alentaba a los prisioneros a enfocarse en sobrevivir día a día, recordándoles que cada jornada tenía su propio valor. Lograr superar cada día podía ser una pequeña victoria y una fuente de sentido en sí misma.
Lo que a muchos les motivaba era el hecho de pensar que alguien los estaba viendo desde el cielo y no querían que estos se sintieran decepcionados: una esposa, un hijo, algún familiar perdido… Y que, si morían, lo hicieran con dignidad. El “hazlo por ella” le daba sentido a su sufrimiento. El hombre tiene la capacidad de vivir y morir por sus ideales. Pero claro, cuidado, no seas un tonto que muere por los ideales de otro; formar un criterio e ideal propio no es fácil ni rápido.
Según encuestas del autor, el 89% de la población reconocía necesitar “algo” por lo que vivir. Además, el 61% afirmaba tener algo o alguien por lo que valdría la pena vivir. Los prisioneros más aptos para la supervivencia fueron aquellos que pensaban que algún ser querido les apremiaba a acabar una tarea o cumplir una misión. En el caso del autor, su fe en reencontrarse con su mujer embarazada le dio fuerza, así como la misión que tenía de volver a redactar el manuscrito. La preocupación del hombre no es la felicidad ni el placer, sino encontrar sentido a la vida, y en esas condiciones, el hombre está dispuesto a aceptar el sufrimiento, porque el sufrimiento tiene sentido. Y ante esto, una observación mía, como una generación de rumanos tras la caída del comunismo: aceptando que son pobres por haber nacido en un país excomunista, teniendo que emigrar de CUALQUIER FORMA POSIBLE, trabajando en los trabajos más duros y sacrificados —camioneros internacionales, mataderos, obra, campo, en limpieza…—, pero porque este tipo de trabajo les daba sentido a la vida, ya que con ese trabajo alimentaban una familia, construían un hogar, y se sentían plenos de haber conseguido la narrativa típica de hacer un hijo, plantar un árbol, hacer una casa. Y para que el sufrimiento confiera un sentido, ha de ser inevitable, completamente necesario. El sufrimiento debe combatirse con los remedios oportunos, no caigamos en masoquismo. Pero he aquí el dilema: ¿qué sufrimientos son evitables y cuáles no? ¿Es aceptar ser un obrero mal pagado porque no has estudiado inevitable y tienes que lidiar con ese sufrimiento, o tienes que rebelarte? ¿Es aceptar que tienes una enfermedad genética incurable y aceptar ese sufrimiento, o investigar si ha habido corporaciones cuyos productos, al usarlos, podían tener malas consecuencias para el organismo? No todas las cruces que nos ponemos son nuestras, y como el lema de los alcohólicos anónimos: «Dame, Dios, sabiduría para diferenciar lo que puedo cambiar de lo que no».
Nunca me ha gustado la mierda de estar en una situación de puta pena económica… y que me venga alguien a decir que sea positivo porque “atraemos lo que pensamos”. Mira, te meto un guantazo. Pero este libro te dice que si es un momento de mierda, pero yo tengo que estar a la altura de esta mierda y sobreponerme. Yo, como rumano, puedo estar enfurecido por lo que me ha tocado vivir y empezar desde más abajo, o decir: «Bueno, es lo que hay, pero si no remas no salgo de aquí ni prospero», y que justamente esta condición de desventaja por ser inmigrante puede ser lo que dé sentido a mi vida y me construya una narrativa. Y es lo que me ha tocado a mí y construye tanto el sentido como el carácter.
Pero claro, para tener algo por lo que vivir y luchar, primero tienes que buscar algo; muchas veces no te lo dan todo hecho. Y en esa búsqueda, es normal tener etapas en las que andas perdido, o luchar por una cosa y ver que no era lo que querías, quedándote huérfano de causa y luego siendo un “perdido de la vida”. Pero como todo en la vida, es temporal, y no te asocies a esas “etiquetas” de persona sin rumbo. Ya te llegará tu “algo” por lo que vivir. Según Sartre, el hombre se inventa a sí mismo, concibe su propia esencia, es decir, lo que debería ser o tendría que ser. Yo afirmo que, sin embargo, el hombre no inventa el sentido de su vida, sino que lo descubre. Y descubrirlo se hace navegando, dando muchos palos y explorando. Y de las crisis existenciales luego surgen periodos de crecimiento interior. Y si en 1945 ya la sociedad estigmatizaba a la gente que iba perdida por la vida, hoy en día, con tanta gente que no sabe en qué dirección moverse o se mueve y ve que ahí no es, hoy en día deberíamos normalizarlo, no crear etiquetas ni estigmatizar a la gente.
Lo penoso de conseguir más tiempo libre es que muchos no saben qué hacer con tanto tiempo libre. Y esto se aplica mucho en la crisis de los jubilados y los ancianos. Muchos ven problemas al no tener pensión; lo suyo no es aspirar a tener pensión, sino ser capaces de trabajar en algo que te guste, en buenas condiciones, el mayor tiempo posible, y cuando el médico me diga que mi cuerpo me limita, entonces dejarlo. Ya en 1945, el tiempo libre y cómo se empleaba ya era un problema.
El vacío existencial se presenta de forma enmascarada. Este vacío, una sensación de falta de propósito o significado, puede manifestarse de formas indirectas o disfrazadas, como la ansiedad, la depresión, la desesperación o incluso la búsqueda de distracciones superficiales. Y el sentido de la vida difiere de un hombre a otro, de un día a otro y de una hora a otra. El sentido de la vida no es algo fijo o universal para todos, sino que varía según la persona, su contexto y las circunstancias cambiantes de su vida. Lo que le da sentido a la vida de una persona en un momento determinado puede ser diferente en otro contexto o etapa de su vida. Además, lo que puede darle sentido a la vida en un día o en una situación específica puede cambiar rápidamente.
«El hombre ha tenido que padecer para convertirse en verdaderamente civilizado». – El sufrimiento y las experiencias difíciles son, en muchos casos, lo que lleva a las personas a evolucionar y a adquirir una mayor humanidad, empatía y comprensión. Solo a través de las experiencias dolorosas y la capacidad de darles sentido, las personas pueden alcanzar un estado de «civilización» interior que les permita vivir y relacionarse de manera más ética y profunda. Y eso se puede ver en personas que han tenido carencias, como son muy agradecidas con todo lo que reciben de otros.
¿Dónde se encuentra el sentido?
El hombre es responsable y capaz de descubrir el sentido concreto de su existencia. Quiero destacar que el sentido debe buscarse en el mundo y no dentro del ser humano o de la psique, como si fuera un sistema cerrado. El sentido de la vida no se encuentra dentro de la propia mente o en el análisis de uno mismo, sino en la relación que cada persona establece con el mundo exterior, con los demás y con sus circunstancias. Para él, la búsqueda de sentido implica descubrir un propósito fuera de uno mismo, en acciones, experiencias o personas significativas.
¿Cuál es el mejor sentido de la vida?
Pues eso es igual que preguntar cuál es la mejor jugada de ajedrez: no hay respuesta posible, cada partida es única y fluye de forma única. La existencia humana no debería buscar un sentido abstracto a la vida, pues cada uno tiene una misión o un cometido por cumplir. Por lo tanto, no puede ser reemplazado en su función, ni su vida puede repetirse. Su tarea es única, como única es su oportunidad de realizarla.
Uno no debe preguntar a la vida cuál es su sentido, sino entender que la vida es la que le pregunta a uno qué sentido quiere darle, y uno contesta de manera única, respondiendo con su propia vida y desde su propia vida.
Actúa como si estuvieras viviendo por segunda vez y la primera lo hubieras hecho tan desastrosamente mal como estás a punto de hacerlo ahora. Pocas estrategias estimulan más el sentido de la responsabilidad que esta máquina que invita a imaginar, primero, que el presente ya es pasado y, segundo, que ese pasado se puede corregir. La logoterapia explica que intenta que el paciente tome plena conciencia de su responsabilidad personal; por tanto, lo fuerza a elegir, porque de qué y ante quién se siente responsable.
“El mundo no debe considerarse como expresión de uno mismo, ni como mero instrumento, ni como medio para la autorrealización”. – En castellano: No deberíamos ver el mundo solo como un reflejo de nuestros deseos, ni como una herramienta para alcanzar nuestros objetivos personales. El mundo, la vida y las personas que nos rodean poseen un sentido y valor independiente de nuestras metas y deseos. Para él, el verdadero sentido de la vida viene de estar abiertos a lo que el mundo y las situaciones nos exigen, y responder a ellas con integridad y propósito, en lugar de imponernos sobre el mundo para satisfacer nuestro propio ego. Un ejemplo práctico: Imagina a alguien que es médico. Podría enfocarse en su trabajo solo como un medio para lograr sus objetivos personales: ganar dinero, obtener reconocimiento y realizarse profesionalmente. Desde la perspectiva de Viktor Frankl, ese médico encontraría un sentido más profundo si viera su trabajo como una oportunidad para responder a las necesidades de sus pacientes, ayudándoles a mejorar su salud y calidad de vida. Así, en lugar de imponer sus propias metas en el mundo, estaría respondiendo a lo que la vida le exige: el compromiso y la responsabilidad de ayudar.
Dicho alemán: la mejor almohada es una buena conciencia.
La intención paradójica.
Cuanto más se empeñe un hombre en demostrar su potencial sexual y una mujer en sentir el orgasmo, menos posibilidades de éxito tendrán. El placer es así, y así deberá seguir siendo: un efecto secundario que se destruye o se malogra cuando se convierte en un fin en sí mismo. A esto se le llama en logoterapia «intención paradójica»: el miedo provoca precisamente aquello que se teme, y la hiperintención impide la realización del efecto que se desea. Dicho rumano: «De lo que tienes miedo, no te libras». Hace referencia a cómo el miedo o la ansiedad pueden atraer precisamente lo que más se teme
El temor al insomnio produce una hiperintención por quedarse dormido, que a su vez impide al paciente lograrlo; debe reemplazarla por la intención de quedarse despierto, y así el sueño llegará solo. Esto es fácil de ver cuando dices «me voy pronto a la cama a dormir, que mañana tengo que madrugar para estudiar»: una polla, terminas durmiéndote a las 2 a. m. En cuanto dices «esta noche me quedo estudiando», una polla, a las 10 p. m. ya te entra el sueño.
Obsesionarse con encontrar un propósito puede generar justamente una especie de vacío existencial. Vivir la vida sin el ansia de entenderla. Frankl sugiere que el sentido de la vida suele descubrirse indirectamente, como un «efecto secundario» de dedicarse a actividades significativas, de comprometerse con algo o alguien fuera de uno mismo, y no de buscarlo como un objetivo directo.
¿Somos los conductores de nuestra vida?
La «teoría de la nada del hombre» habla del vacío existencial que muchas personas experimentaban en su época. La frase se refiere a la falta de propósito o sentido de vida y sostiene que el hombre es el resultado de condiciones biológicas, psicológicas y sociológicas; es decir, un producto de la herencia y el ambiente. A menos que el individuo tome el control, el destino, solo por el hecho de llevarle la contraria, puede cambiarlo y moverlo de trayectoria.
Este vacío se deriva de una sociedad que ha perdido o dejado de lado aspectos espirituales, religiosos y filosóficos que históricamente daban sentido a la vida de las personas. Nos hemos liberado como humanidad de esa carga, pero la libertad pesa, y no todos estamos echos para soportarla. Sin un propósito profundo, la vida puede sentirse como «nada», y las personas experimentan una especie de crisis interna o desesperación. Y es que la primera forma de ver la vida convierte al hombre en un robot y le niega la libertad. Para mí, esa teoría lo convierte en un mojón flotante a la deriva.
La libertad de cada uno reside en adoptar una postura y reaccionar de una forma particular ante los desafíos de la vida, y cuantas más formas de reaccionar conozcas, más libre eres. Claramente, cuando solo sabes una forma, no estás siendo libre. Además, tienes que ser consciente de las condiciones que te limitan.
El autor dice que el hombre se determina a sí mismo: no se limita a existir, sino que decide cómo será su existencia y en qué se convertirá en el próximo minuto. Pero para mí, esto es una verdad a medias que solo busca un falso empoderamiento. Hasta hace poco, pensaba —de forma algo triste— que vivimos una serie de destinos determinados, como una baraja de cartas, y que según las cartas que te toquen puedes acabar mejor o peor, pero si tus cartas son malas, no hay mucho que hacer. Sigo pensando igual: un niño de África, por mucho que quiera ser libre, se verá limitadísimo.
Eso de que el ser humano determina lo que quiere ser el próximo minuto es mentira. Mi siguiente minuto estará determinado por el minuto actual. Es decir, si ahora quiero ser una persona con un Nobel, no lo voy a conseguir de la nada; pero puede haber un momento en el que me convierta en alguien con un Nobel, y eso se logra gracias a que muchos minutos previos trabajaron juntos para que ese minuto en que lo consiga llegue. Hoy, con las redes sociales, ves cómo quieres ser en el futuro cercano. Y te agobias porque quieres ser de una forma «impuesta» para la cual tus minutos pasados no han trabajado. Y tus minutos futuros no saben en que camino ir ni que hacer. Ahora tendrás que esforzarte en esa visión.
Las cosas determinan unas a otras, pero el hombre, en última instancia, es su propio determinante. Lo que alcance a ser, considerando las limitaciones de su capacidad y entorno, tiene que construirlo él mismo. También cabe destacar que, si uno fuera determinante de sí mismo, ¿por qué Viktor, dio una charla motivacional en el barracón con los otros prisioneros? Si uno es libre de decidir si mantener la motivación o no. Esa charla cambió el destino de sus compañeros porque influyó en su predisposición a suicidarse o no, a fumarse los cigarrillos o no. Y me podrías decir: «sí, pero son libres de tomar esa motivación o no», y tienes razón, pero muchos irán a la deriva, acompañados por la euforia o el pesimismo del momento. Además, si uno quiere suicidarse en ese ambiente, pone el foco en todos los factores que confirmen su decisión. Es decir, uno se aplica una autocensura, y la falta de visión también es una falta de libertad.
Tengas o no libre albedrío, no te puedes dejar llevar como una caquita a la deriva. No te desmotives: si no hay libre albedrío, te quitas de culpa; y si lo hay, toma las mejores decisiones, es tu responsabilidad, y estudia cuáles son las mejores.
¿Por qué este libro representa un antes y un después para mí?
Para mí, este libro me ha cambiado la forma de ver las cosas. Llevaba una temporada estancado, desmotivado, frustrado… viendo la vida como una partida de cartas donde las cartas ya están echadas, y puedes jugarlas mejor o peor, pero, si tienes una puta mierda de cartas, por muy bien que juegues, no vas a conseguir mucho más de lo que podrías. Ahora sigo viendo la vida como una partida de cartas, pero en la que las cartas fluyen. El buen uso de tus cartas actuales te desbloquea la posibilidad de que te toquen mejores cartas (contactos, conocimientos, dinero…) a lo largo de la partida. Incluso las reglas de la partida pueden fluctuar (leyes, desastres naturales, crisis…) y lo que antes era una combinación de cartas que no se podían usar, ahora sí se puede, o al revés, que te fastidien la jugada…
La vida que depende del azar no merece ser vivida. Y como no podemos saber si esta vida existe el determinismo o somos los protagonistas de nuestra propia historia, vamos a pensar en jugarla de la forma que más nos gusta, en 1º persona.
Me alegro de haber leído el libro ahora en este momento de crisis existencial que estoy viviendo. En el que estaba como un mojón a la deriva flotando en el agua, donde he vivido un momento de frustración, pensando en el determinismo. Este libro lo quería haber leído hace tiempo, pero no lo habría sabido leer bien (chatGPT me ha explicado, aclarado dudas y ejemplificado muchos conceptos) y ni de forma tan crítica. Y mucho menos lo habría leído tan bien si no hubiera tenido el objetivo de subirlo a un blog.
Y también, este libro me ha supuesto reconciliarme con los gurús motivacionales. No con todos, pero sí es cierto que llegué a meter a todos en el mismo saco. Este 2024 he sido muy hater de todo gurú que solo quiere vender. Y me he dado cuenta de que hay gurús y hay mentores. Unos usan a las personas como un medio (vender cursos, productos de referidos, tus datos…) y otros como un fin, buscando que te muevas en alguna dirección, que despiertes, que sientas hambre de querer comerte el mundo, aprender cómo hacerlo, y si quieres ser algo que ellos no son que lo seas. Los gurús se intentan disfrazar de mentores.
El problemón viene cuando nos crean una falsa meta con un falso camino a recorrer, sin advertirnos de los obstáculos que encontraremos y sin dejarnos tiempo para reflexionar sobre nosotros mismos y sobre lo que realmente queremos y necesitamos. No vaya a ser que, si cambiamos de rumbo o de sentido, nuestro gurú/líder deje de ser la imagen a la que aspiramos, y con ello se le caiga todo el estilo de vida que se ha montado gracias a todas las marionetas que siguen sus consejos.
Video recomendado de ver. Este. Si el primer enlace no funciona pulsa este.